Marxismo y desmadre urbanístico

El País JUAN DE DIOS MELLADO Conflictos urbanísticos 01/12/2006

Soy marxista y, además, masón. Me encuentro entre quienes el responsable de la patronal de la construcción, Francisco Javier de Aspe, acusa de estar a favor de una economía planificada de tipo marxista, por ser contrario al desmadre urbanístico. Después de lo dicho por este señor, hay que reafirmarse en ideas que pensaba que estaban amortizadas hace tiempo, con Franco redivivo.

Gaspar Zarrías es marxista y ya no sé si masón y Concha Gutiérrez practica por las noches, ayudada por Vicente Granados, los contubernios no sólo marxistas, sino de quienes manejan azufre y fuego contra algunos empresarios de la construcción. La Santa Inquisición debe intervenir. Zarrías, la consejera de Obras Públicas, su ordenador del territorio, Granados y hasta el mismísimo consejero José Griñán, que ha serenado las revoltosas grúas de la construcción, deben ser excomulgados, o al menos, paseados por el litoral del Mediterráneo andaluz con el sambenito a cuestas de pretender paralizar este sector tan importante para la economía y el desarrollo cuando, en realidad, lo que pretende este decreto es hacer más difícil, que no imposible, la especulación y el pelotazo.

Se salva el presidente Chaves, que anda por tierras mexicanas recogiendo los frutos de un trabajo bien hecho por más que le pese a los resentidos que van de úlcera en úlcera. Chaves dijo, y de ahí no lo sacan, que su Gobierno apostará sólo por un desarrollo urbanístico sostenible. Para ello, tendrá que poner en fila a sus mesnadas de alcaldes cuya inteligencia urbanística solo parece impulsar a algunos por derroteros por los que será difícil que transite la calidad de vida y el respeto a un desarrollo ordenado que, casi todos, deseamos.

Y digo que soy marxista porque, como muchos otros, llevo años luchando, eso sí, muy modestamente, contra la especulación y los especuladores; contra los amantes de las plusvalías fruto de pelotazos y contra quienes, desde un cargo político, "prestado" por los ciudadanos, se han enriquecido con malas artes y riéndose de todos nosotros. Francisco Javier de Aspe lleva razón y por eso recupero mis orígenes y me declaro total partidario del control que pretende la Junta de Andalucía para que los municipios no contemplen en sus PGOU crecimientos superiores al 40% del suelo urbanizable y limitación al incremento poblacional por encima del 30%. Queda una puerta abierta para contemplar algunas excepciones en el Plan de Ordenación del Territorio de Andalucía (POTA).

Gaspar Zarrías, cuando anunciaba el decreto aprobado por el Gobierno andaluz, no hacía más que fijar unas reglas de juego en el que no caben quienes abogan por un crecimiento desmedido y quienes practican el pelotazo como forma de vida. La cofradía de alcaldes (de esto sabe mucho el dúo formado por Concha Gutiérrez-Vicente Granados) que se levantaron en armas cuando empezaba a dar los primeros pasos el POTA, ya tienen abierto, de nuevo, el frente de batalla y la hermandad del sobre y del ladrillo fácil, argumentos suficientes para anunciar el fin del mundo y debacles financieros, caídas del mercado, paro y desolación. Supongo que unos y otros cierran los ojos para no contemplar las sangrantes barbaridades urbanísticas cometidas en la Costa del Sol y no me refiero tan sólo a Marbella.

Y lo que es peor, se anuncian planes municipales de ordenación urbana donde no se construye para el ciudadano sino para un crecimiento desaforado, al servicio mayormente de quienes mueven los hilos de la especulación y el pelotazo. Muchos alcaldes pasarán a la pequeña historia de sus municipios para escarnio de generaciones futuras.

Extraña, además, que desde algunas orillas de la política andaluza se alimente la venidera, según ellos, catástrofe para el presente y futuro del desarrollo andaluz y que, en un alarde de escuela acebiana o zaplanista se acuse, de forma falsa y bellaca, sólo a los ayuntamientos mandados por los socialistas de estar inmersos en el pelotazo, con alcaldes y concejales prevaricadores y amantes del lujo. EL PAÍS Andalucía ha puesto las cosas claras: también en el PP cuecen habas y ¡qué habas! Treinta y cuatro municipios andaluces están ahogados en escándalos urbanísticos o andan por los lentos caminos de los juzgados. Se supone que el responsable de urbanismo del PP andaluz, el defenestrado Jaime Raynaud, para no dejar feos a sus jefes naturales, ha hecho de la ocultación y la mentira una forma de hacer política. Como diría Rajoy, ¡joder que tropa!.