El sinsentido de las carreteras.

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10 jun 2011 Por: Pablo León

Las carreteras incitan a la conducción. Cuantas más hay, más usan el coche los ciudadanos y menos se descongestionan las ciudades. En contra de lo que piensan los políticos que apuestan por el desarrollo o ampliación de las vías para hacer más fluidas las capitales, invertir en asfalto provoca mayor colapso. Paradoja urbana: la solución más desarrollista, y la que más defienden los grupos de presión afines a la industria automovilística, es la que más problemas genera mientras que la propuesta que más aterra a los conductores, tasas para el tráfico rodado, es la única con posibilidades para evitar los atascos.

Ley fundamental del tráfico rodado: cuantas más carreteras haya en una ciudad, más conduce la gente. La congestión no les importa. Este efecto llamada es la conclusión que han obtenido los profesores de la Universidad de Toronto Gilles Duranton y Matthew Turner tras hacer un estudio en un centenar de áreas metropolitanas de ciudades de Estados Unidos.

"Hay muy poca base científica para aceptar las propuestas que aseguran que ampliar la capacidad de las autovías es la clave para reducir el tráfico", aseguran los investigadores. Del mismo modo ponen en evidencia la utilidad de ampliar líneas de autobuses o redes de tren para incentivar el abandono del auto. "Nuestros resultados no apoyan ninguna de estas tesis", añaden. Cuando un conductor deja el coche, otro le sustituye en el atasco. Han comprobado que una persona que se pasa al transporte público, no implica un automóvil menos, sino que rota con el siguiente. Esa es la dinámica que rige en las carreteras de las capitales.

Esa tesis del efecto llamada, defendida por ecologistas y urbanistas, siempre había sido replicada con análisis del número de coches que circulan y pueden circular por la carretera. Y al final la balanza se inclinaba por asfaltar como metáfora del progreso. La provocación que supone un nuevo carril sobre el que rodar para los conductores nunca se tiene en cuenta. Y resulta que esas pulsiones son uno de los factores más importantes a la hora de plantear la ampliación de una vía.

Aumentar el espacio para los automóviles no favorece la fluidez de la ciudad. Y mientras opere la dinámica de sustitución en los atascos, aumentar las conexiones de metro, tren o bus no tampoco es clave en la solución. Para los investigadores el secreto está en desmotivar. La gente está desesperada por conducir por lo que habrá que ponerselo más difícil. Una idea es cobrarles y encarecer el hecho de coger el coche. Acciónreacción.

Si se impone una tasa por acceder a la ciudad, o a ciertas partes de la misma, el homo economicus decide que ya no le apetece tanto conducir. Además de reducir los atascos la gente tendría más tiempo para leer*.